El objetivo de este artículo es acercar a los padres y profesores al mundo de la educación emocional de nuestros hijos y alumnos. En posteriores artículos profundizaremos más en las emociones en sí y en cómo ayudar y orientar a gestionarlas.
Hoy en día, y en tan sólo una generación, son numerosos los avances conseguidos en la investigación a nivel neurológico. Cada vez sabemos más de nuestro cerebro, muchos estudios lo avalan, aunque seguimos teniendo mucho camino por recorrer. Las teorías de la emoción, inteligencias múltiples, Neurociencia, Neuroeducación, entre otros estudios, nos están facilitando a los educadores el camino para entender la situación de nuestros alumnos e hijos y poder ayudarles en el desarrollo integral como personas en la búsqueda de su felicidad.
Es aquí donde surge la Educación emocional, clave en la educación personalizada; nos ha tocado educar en un momento en el que las emociones forman parte muy importante en la salud de nuestros hijos. Los padres, madres y educadores de hoy, cuando éramos pequeños veíamos cómo el mundo emocional quedaba a un lado. Vivíamos ajenos a las emociones, no parecían muy importantes en ese momento. Lo racional primaba sobre lo emocional. Hoy en día las cosas han cambiado y queda patente que nos corresponde educar en un contexto en el que las emociones son fundamentales en la salud de nuestros hijos. Por esto es muy común escuchar ahora consejos sobre cómo fomentar la empatía, reconocer, identificar y gestionar las emociones (enfado, miedo, frustración en el fracaso...), autocontrol, automotivación, potenciar las habilidades sociales, la escucha activa de los menores, etc. Existe una gran transformación con respecto a  nuestra infancia, en la actualidad se puede afirmar que el razonamiento se construye sobre la emocionalidad.
Si queremos ayudar a nuestros hijos en lo referente a su salud emocional, lo primero que hay que tener en cuenta es que hay que acompañarles en sus emociones infantiles. Hemos de conectar con nuestros propios sentimientos y validarlos. Las emociones de los niños les pertenecen a ellos, no son las nuestras. Cada persona vive de una manera las situaciones cotidianas que le toca vivir, no debemos juzgarlas, ni criticarlas, ni corregirlas, ya que no hay emociones malas ni buenas, hemos de acompañarlas, sujetarlas, retenerlas a veces y sobre todo darles el valor que tienen.
Podríamos definir la educación emocional, siempre ligada a la inteligencia emocional, como el proceso de enseñanza y aprendizaje en la identificación de las emociones, nuestras y las de los demás, para ayudar a que se gestionen y elaboren adecuadamente para su bienestar físico, psíquico y social.
Cada detalle es importante, respetemos a nuestros hijos en sus gustos y preferencias, ganemos la batalla sin gritar, sin castigar, aprendamos a quererles con sus fallos y sus virtudes y a amarles incondicionalmente, esto les hará más respetuosos, más fuertes, menos impulsivos, más reflexivos, más comprensivos y en definitiva, más felices.
Raúl García es profesor de Primaria, psicólogo, pedagogo y logopeda